Apothéotique
Galimatías. 28 de julio de 2024
Ernesto Gómez Pananá
Víctor Marie Hugo, mejor conocido como Víctor Hugo, es uno de los máximos autores de la literatura francesa y sin duda de la cultura universal; de su enorme obra, quisiera referirme hoy a su majestuosa novela “Los miserables".
En esta obra, el autor combina de forma magistral las mayores virtudes y las más oscuras tentaciones y temores de la humanidad, las pasiones, los temores, las debilidades y la nobleza que nos hacen ser: todo aquello que nos convierte en seres humanos.
La obra fue publicada en 1862 y tiene como protagonista a Jean Valjean, un padre de familia que es sentenciado a diecinueve años de prisión por robar un pan para alimentar a su familia. Al cumplir su condena, Valjean experimenta una epifanía que lo lleva a redimir sus resentimientos por la injusta prisión, trabaja arduamente, construye una fortuna y se convierte en alcalde de su pueblo. Pero el destino aún aguarda más desgracias para Valjean, que es apresado nuevamente por su antagonista, el riguroso y atormentado Inspector Javert.
La historia guarda sin fin de desventuras y personajes en torno a los protagonistas, y concluye con Valjean en su lecho de muerte, reencontrándose con su hija adoptiva mientras afuera, en la calle, se libran batallas por la libertad, la igualdad y la fraternidad en la Ciudad Luz. Perdonen Uds. estimades lectores de esta dominical columna la insistencia, la lectura de esta novela francesa es obligada, necesaria, imprescindible. El talento narrativo de Víctor Hugo es brutal. Su conocimiento de las emociones y el manejo de los más altos valores sociales es gigantesco.
Poco más de un siglo más tarde, en 1980, también en Francia, se montó por primera vez una versión para teatro musical de la susodicha novela. Al paso de los años se ha perfeccionado al grado tal que hoy existen versiones y temporadas simultáneas no solamente en París, sino también en Londres, Buenos Aires, Sidney o Nueva York y el resultado es tan épico como la lectura de la novela: presenciar una función de Los Miserables en su versión de teatro musical es también una experiencia irrepetible que condensa en poco más de dos horas poesía, música, desde luego actuación, drama, romance y heroísmo con los más altos estándares. Y aquí aterrizo queridos quince lectores, porque el viernes reciente, mirando por televisión la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024, no pude sino recordar a Víctor Hugo, a Jean Valjean y a Javert y gozar del apoteósico ejercicio cultural que se armó Francia para recordarnos su peso específico en la cultura occidental y universal: salieron a navegar el río Sena para recordarnos que son los constructores de la Torre Eiffel, que son la cuna de los más altos valores humanos y comunitarios, que son la patria de Juana de Arco pero también de Monet, Piaf, Pasteur, Curie, Beauvoir, Voltaire y Verne, pero también de Mbappé, de Zidane, de miles de afro franceses, franceses argelinos o franceses musulmanes que conforman y dan vida a esa nación en estos tiempos y ratifican la mística que inspirara su revolución en 1789, libertad, igualdad, fraternidad. Francia es de colores rojo, azul y blanco, pero también incluye toda la gama de “otras” preferencias, creencias, gustos, ideologías y convicciones: una nación tolerante, inclusiva e igualitaria que así como lo hiciera en la Expo Universal de 1889 al presentar la Torre Eiffel en el centenario de su revolución, hoy sale de nuevo al mundo para recordarnos lo que son y lo que aportan al mundo. Énorme. Immense. Vive le France.
Oximoronas 1. Al Mayo le llegó su julio: prisión a los 78 años y tres o cuatro generaciones con futuro asegurado. Buen acuerdo sin duda.
Oximoronas 2. Elecciones en Venezuela. Sufragio efectivo. No reelección. Ridículo el señor Marko Cortés pretendiendo apersonarse como observador electoral: seguro verificará que no existan convenios para amarrar notarías.
Oximoronas 3. Las tiradoras Alejandra Valencia, Ana Paula Vázquez y Ángela Ruíz dan la primer medalla para México.
Oximoronas 4. Mención aparte para Marion Cotillard y Andrey Tautou. Excelsas representantes de la belleza gala, diosas del cine francés.
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